domingo, 11 de enero de 2015

Cerco de Artajona.

Para ponernos en situación, Artajona se sitúa en la Zona Media de Navarra, lugar central de la historia del Reyno de Navarra. Muestra de ello son las numerosas fortalezas y castillos, iglesias-fortalezas, monumentos eclesiásticos y pueblos de origen medieval que nos podemos encontrar. Alguno de los más conocidos tanto dentro como fuera de Navarra con el Castillo-Palacio de los Reyes de Navarra de Olite, el conjunto monumental de Estella-Lizarra, la iglesia-fortaleza de Ujué o el castillo de Javier.
Ocupando un punto céntrico de todo ello, tal vez menos renombrado que los anteriores, se sitúa coronando un cerro con muy buenas vistas de los campo de labor, el Cerco de Artajona.



Llegábamos por la tarde, con el cielo plomizo y el triste repiqueteo de las campanas de la iglesias del pueblo, el cual nos acompaño durante toda nuestra visita, aunque algún rayo de sol, tímido, asomaba para iluminar murallas e iglesia.
Una de las estampas más bellas y típicas del Cerco son sus lienzos, salpicados por las 9 torreones almenados de forma cúbica con las que consta la muralla actual y ya en el interior, la torre del campanario.



Su construcción fue ordenada en el año 1085 d.C. por los canónigos de Saint-Sernin de Toulouse (cuyo famosa basílica empezó a construirse apenas 5 años antes en el lugar de sepultura de San Sernin o San Saturnino). No sería hasta el año 1109 cuando finalizarían las obras, aunque por el paso de los siglos y por las guerras, tuvieron que reconstruirse en varias ocasiones.



El acceso a las mismas se realiza a través de dos portales, el de San Miguel al Norte, y el de la Remahua al sur, dando al antiguo arrabal. En su interior quedan las viviendas, recientemente restauradas con sus fachadas de piedra, contraventanas y ventanas de madera, en general de dos o tres plantas. Pese a su reciente restauración, la imagen medieval no se pierde, estando en armonía tanto con murallas como con su iglesia.




Todo este conjunto está coronado por la iglesia-fortaleza de San Saturnino. Se construyó en el mismo emplazamiento que ocupaba un anterior templo de estilo románico y también bajo la advocación de San Saturnino (éste último también se construiría entre 1085 y 1103, simultáneamente a las murallas). Sin embargo, dada la importancia que adquiría el priorato y al crecimiento demográfico y económico de Artajona, se tuvo que sustituir por otra iglesia de mayores dimensiones, lo cual se desarrollaría entre los siglos XIII y XIV siguiendo el estilo gótico.



Los detalles en los que observamos la finalidad defensiva de está iglesia se sitúan especialmente en su parte superior. Los muros laterales son ligeramente superiores a la parte externa de la bóveda de crucería, de forma que en ambos se sitúa un paseo de ronda, comunicándose ambos a través de la bóveda. Además, estaban protegidos por un antepecho cubierto por troneras. Para su acceso, se utilizaban originalmente dos corres circulares situadas a ambos lados de la cabecera, las cuales podemos seguir observando.



En cuanto al templo en sí, ésta es de gran tamaño debido a la altura y anchura de su única nave. En los laterales, los contrafuertes entre los cuales se sitúan grandes ventanales y las torrecillas circulares, además de sendos pórticos.



Pero tendremos que dirigirnos a la fachada occidental para observar el que posiblemente sea el elemento más bello del edificio. El arco apuntado, con 12 arquivoltas decoradas con motivos geométricos, florales y antropomórficos  rodean un tímpano y un dintel con una rica representación de San Saturnino.
En el tímpano, San Saturnino se nos muestra sacando el demonio que lleva una joven postrada de rodillas, a la vez que los reyes (de Navarra) se sitúan en ambos flancos implorando. Ya en el dintel se observan escenas del martirio sufrido por el santo.



Para terminar con la misma, mencionar que un siglo más tarde, en el XIV, se levantaría la torre del campanario adyacente a la cabecera, la cual también se utilizaría como puesto de guardia y como mazmorra. Al verla, las campanas seguían tocando su triste melodía, contestando a la que llegaba desde el pueblo, ya que allí sonaban las de la iglesia parroquial de San Pedro.
La iglesia parroquial se empezó a construir también en el siglo XIII, de estilo gótico el cual observamos en dos de sus puertas. En siglos posteriores se iría modificando, especialmente su interior durante el siglo XIX.



No podía faltar el principal elemento defensivo de una plaza como esta, su castillo. Pero hasta nuestros días sólo nos han llegado las ruinas de las murallas y la torre de homenaje, aunque nos sirve como testigo de la importancia de este pueblo para los Señores y Reyes del Reyno de Navarra.