lunes, 24 de febrero de 2014

Pueblos negros de Riaza.

Durante los últimos meses han ido apareciendo diferentes lugares de la provincia de Segovia en este blog: hayedo de la Pedrosa en Riofrío de Riaza, Sotosalbos, Turégano y Pedraza. Parecía que íbamos a terminar de momento con Segovia, pero un día cualquiera del invierno nos dio por organizar una excursión a Riaza, exactamente a los Pueblos rojos y negros. En fin, otra vez destino Segovia, espero que os guste y que no os canséis de esta provincia que tanto nos puede mostrar y tan variado.

Esta primera entrada la voy a dedicar a los tres pueblos negros que existen en la vertiente norte de la Sierra de Ayllón (Sistema Central), más desconocidos que los pueblos negros de la vertiente sur (en Guadalajara). Estos pueblos negros serán menos famosos, pero no por ello dejan de ser bellos, auténticos, realmente rurales. E incluso este desconocimiento general hace que las visitas a lo smismos sean todavía más placenteras y nos llevarán a épocas anteriores bien cerca de Madrid.

Rincón de El Muyo.

Los tres pueblos negros de la zona son Becerril, Serracín y El Muyo, y que sean conocidos así se lo deben al material principal utilizado en la construcción de sus casas: la pizarra. Sin embargo, tampoco es raro encontrar materiales utilizados en los pueblos rojos (a los cuales les dedicaré una entrada diferente).



Además, estas tres aldeas se encuentran a mayor altitud, de forma que son algo más fríos que los pueblos rojos que se encuentran abajo. Fuimos el día que había caído una ligera nevada, de forma que el blanco de la nieve contrastaba con el negro de la pizarra

Becerril.

El primero al que fuimos fue Becerril, en cuya entrada se encuentra la ermita de los Santos Mártires San Fabrián y San Sebastían. Y no es lo que esperaríamos ver de primeras en un pueblo negro, ya que los sillares rojos y la fachada encalada únicamente dejaban que la pizarra ocupara el tejado. Sin embargo, no por ello desmerece ni mucho menos su construcción.


Ermita de los Santos Mártires San Fabrián y San Sebastían.

Justo al lado existe un pequeño campo desde el que tendremos unas buenas panorámicas del pueblo con la sierra al fondo, nevada si vamos en invierno. Al norte se encuentran las tierras de Riaza y Ayllón.

Desde allí nos adentramos en la pequeña pedanía, con sus casas de pizarra, aunque también hay algunas de fachada más moderna o que incluso han adquirido la arquitectura de los pueblos rojos.



Merece, y mucho, pasear por su calles, muchas de ellas sin asfaltar, sin adoquinar o sin empedrar, simplemente es el propio suelo del lugar, al fin y al cabo, estamos en un pueblo serrano que se levanta sobre pizarra.



Pero guarda un pequeño tesoro, de esos que a mí me gustan mucho. Se trata de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción con su ábside semicircular y los canecillos bajo los aleros. Sin duda, es de origen románico (pero con modificaciones según trancurrían los siglos), construida por y para el pueblo y sin muchos detalles. Es sobria pero bonita. La pena del conjunto es tener dos casas justo en frente, por lo que la mejor forma de admirarla es por atrás.

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

El siguiente pueblo negro es Serracín, posiblemente el más pequeño de los tres y en el que menos habitantes hay. Conserva varias casas en pie, algunas restauradas recientemente.



Pero el paso del tiempo hace mella sobre aquellas que están abondonadas. Empieza a derruirse poco a poco, primero parte del tejado, pero posteriormente termina cediendo todo ocupando el espacio del hogar.


 

Al final, queda una amalgama de piedra y madera en el lugar que un día fue la vivienda de una familia. 




Tristemente este mismo abandono también ha llegado a la iglesia de San Pedro, quedando poco más que la espadaña.




Y aunque Serracín se encuentra semi-abandonado es una gozada y a la vez una desdicha ver de primera mano lo que llegó a ser no hace mucho y cuyos restos han perdurardo hasta nuestros días, ver el proceso de deshumanización de estos pueblo. Tal vez en un futuro, cuando volvamos a mirar al campo se vuelvan a recuperar. O tal vez permanezcan en el olvido.



El último de los pueblos negros que nos queda es El Muyo, sin duda el que mejor conserva la arquitectura tradicional de la zona.  Casas contruidas prácticamente en su totalidad con pizarra, pequeñas ventanas formadas con cuatro maderas a sus lados , tejados de pizarra en los cuales se abren pequeñas ventanas triangulares y chimeneas formadas por láminas de pizarra dispuestas en horizontal.



Nosotros llegamos cuando ya era tarde, la nieve que quedaba se estaba fundiendo. Repiqueteaban continuamente las pequeñas gotas al caer al suelo, directamente sobre la piedra húmeda.




Todo ello sabiéndonos alejados de los otros pueblos y aldeas, viendo las cumbres y laderas todavía nevadas.




Echamos un último vistazo a la Sierra de Ayllón, hacia el sur, donde sabemos que se encuentran los otros pueblos negros, los de Guadalajara, con la idea de ir por allí en no mucho tiempo.



Es hora de marcharse como muchos otros ya lo han hecho en otras ocasiones. Para aquellos que permanecen, agradecerles que mantengan estos pueblos de la mejor manera posible, siempre conservando su espíritu, lejos, muy lejos de otros que se encontraban en la misma situación pero que decidieron transformarse en parques temáticos perdiendo parte de ese encanto que tenían.






martes, 18 de febrero de 2014

Aves universitarias.

Hace un año tuvimos un corto pero gran viaje a Córdoba, a cuyas dehesas dediqué una entrada de mejor calidad que muchísimas de las anteriores (para mi gusto). Entrada que creo que supuso un punto de inflexión para este blog ya que la tomé como referencia en adelante.
Sin embargo, de vez en cuando apetece hacer entradas algo más breves y rápidas, como va a ser el caso de ésta. Y como hace mucho que no dedico ninguna a otra de las cosas que tanto me gusta, las aves, pues allá vamos.

Y la excusa perfecta para hacer esta entrada (y ya de paso lo publicito un poco) es la serie de conferencias llamada "Aves, agricultura y medio ambiente", a la primera de las cuales asistimos la semana pasada. Están organizadas por el grupo local SEO Monticola, localizado en el edificio de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid. Me gustaron mucho y por ello os animo a asistir.
Es la excusa porque las aves aquí presentadas las he visto y fotografiado en el Campus de Cantoblanco, de la universidad anteriormente mencionada, y en el cercano Monte de Valdelatas.

Sin duda alguna, los grandes protagonistas de los jardines del campus son los paseriformes, y de los que más me gustan e incluso los voy buscando, son los agateadores comunes o europeos. Normalmente se encuentran en los troncos de los pinos allí plantados, pero a veces también se pueden encontrar en otros árboles cuya corteza sea perfecta para moverse por ellos, que además suelen ser donde mejores fotografías se suelen conseguir por la luz que llega.

Agateador común.

Los pinos los comparte con otros pajarillos, especialmente con carbonero común, herrerillo común, y sobre todo, con carbonero garrapinos. Curiosamente, los dos primeros son también muy frecuentes en las encinas del monte de Valdelatas, y casi diría que son las especies más comunes por allí junto al pinzón vulgar.

Herrerillo común.

Entre frondosas o comiendo en el suelo es fácil ver al pinzón vulgar, al jilguero, al verdecillo o al verderón común. Algo más complicados son los mitos, los mosquiteros comunes, los lúganos, y en especial, el picogordo (y todavía más si se dedica a cantar entre el follaje).

Pinzón vulgar.
Jilguero.
Lúganos.

Y ya en el propio suelo los más fáciles de ver son, sin ninguna duda, las lavanderas blancas, los colirrojos tizones, y de vez en cuando los gorriones molineros. Además, en invierno, el campus atrae a los zorzales comunes.

Lavandera blanca.

Gorriones molineros.

De los pajarillos típicos del paso migratorio sólo he conseguido ver al papamoscas cerrojillo, aunque espero que se vayan dejando ver más.

Pasando a aves un poco más grandes pero a su vez más raras, se encuentra algún grupo de abejarucos junto a un terraplen (desconozco si existe alguna colonia por allí), y el pito real (al cual he visto en varias ocasiones en una zona determinada).

Pito real.

A la abubilla no la vi la primera vez que la vio mi acompañante, ya que yo me encontraba concentrado fotografiando a este petirrojo. Pero por suerte, en la siguiente ocasión sí que la conseguí ver, no sin antes aguantar algún pique que otro por parte de mi compañera.

Petirrojo.

Y entre las más grandes, casi siempre las he visto justo cuando no llevaba ningún equipo. He de mencionar que el campus se encuentra muy cerca de dos zonas muy importantes para la naturaleza madrileña: el Monte del Pardo y Soto de Viñuelas. Gracias a ello, he tenido la oportunidad de ver al buitre leonado, al águila imperial ibérica, además del milano real y el gavilán común. Hemos escuchado al ratonero común en más de una ocasión, pero sea cual sea la causa, no lo hemos conseguido ver todavía.

También he visto un gran grupo de de cigüeñas blancas cicleando por allí, y a las grullas en plena migración post-nupcial. Otras invernantes que vimos fueron 2 ó 3 ánsares comúnes, pero en el mes de mayo, por lo que seguramente procedan de un escape.

Y también procedentes de escapes son las cotorras argentinas, que aun no siendo tan comunes como en el centro de Madrid, sí que se dejan ver bastante.

Cotorra argentina.

Seguramente haya muchas otras cosas muy interesantes, pero que a lo largo de este tiempo todavía no hemos visto, ojalá vayan llegando poco a poco.



lunes, 3 de febrero de 2014

Villa medieval amurallada de Pedraza.

En la anterior entrada mencioné que fuimos a otro pueblo ese mismo día pero no indiqué cuál. Teniendo en cuenta la zona geográfica donde se encontraban Sotosalbos y Turégano creo que muchos que conozcan la zona habrán pensado que posteriormente fuimos o bien a Sepúlveda o bien a Pedraza, y desde luego, no habrán estado desacertados. Aunque la idea inicial era ir a Sepúlveda al final nos decantamos por Pedraza debido a un comentario que escuché mientras estábamos en Turégano.

Ya había estado allí hace unos años con unos familiares, pero me fui con mal sabor de boca. Tal vez tuviera algo que ver el día tan frío y gris que hizo, o que no vieramos esta villa medieval amurallada al completo.
Sin embargo, esta visita sí ha hecho honor a la fama de la villa y marcho mucho más contento de allí, aunque restos de las festividades del pueblo no me permitieon tomar las fotografías como desearía. Además, no tengo buenas fotografías de un monumento tan importante para la villa como es el castillo, lo siento (al menos así tenéis excusa para acercaros).

Entrando en el tema, llegando por la carretera desde La Velilla vemos cómo Pedraza se asienta en lo alto de un monte. Desde ese punto sobresale muy claramente el castillo, continuándose las murallas hacia el este, pero se ven algunas casas y torres de las iglesias, las cuales veremos mejor al entrar.
Las murallas las atravesamos por la única puerta que tiene la villa. Esta puerta fue construida en el siglo XI, aunque reconstruida en el siglo XVI. Sobresale el escudo del Señorío de Velasco, el arco en ladrillo, y para mí, el dibujo geométrico de su fachada exterior.

Puerta de la Villa.

Justo encima de la puerta se encuentra la cárcel de la villa. Ya desde el exterior se aprecia una pequeña ventana, la cual permitía el control de entrada y de salida del pueblo.
Esta cárcel actualmente se ha reconvertido en un museo centrado en la antigua cárcel medieval. Sin embargo, acogió a presos desde el siglo XIII (origen medieval) hasta el siglo XIX. Al igual que la puerta de la villa también fue reconstruida en el siglo XVI, aunque desconozco si en el mismo proyecto.

Cárcel de la villa.

Pero tengo que decir que normalmente la primera vez que atravesemos esta puerta bajo la cárcel será en coche en lugar de andando. Además, tendremos que recorrer alguna calle del pueblo hasta dejarlo en el aparcamiento. Justo al dejar el coche tendremos unas buenas panorámicas con la Sierra de Guadarrama al fondo, el enebral con encinar y a nuestro pies, el río Cega excavando un pequeño cañón que sirve como primera barrera protectora para la población.



Desde allí, curiosamente donde primero iremos casi inconscientemente será al castillo (siglo XII). La imagen que presenta actualmente se la debemos en partes iguales a los Duques de Frías, Condestables de Castilla (Señorío de Velasco) y al pintor Ignacio Zuloaga.
En el siglo XVI, con los Duques de Frías, se construyó el muro defensivo adyacente a la torre de homenaje además de la muralla exterior. Ya en el siglo XX Ignacio Zuloaga lo reformó, ya que por entonces no se encontraba en buen estado.

Desde el castillo se suele tomar la calle Mayor, dejando a nuestra izquieda la Iglesia de Santa María.

Calle Mayor.

Se llega así a la confluencia de la Plaza Mayor de la Plaza del Ganado. Ambas están separadas por la iglesia de San Juan Bautista. Esta iglesia es de origen románico, estilo que todavía se puede observar en algunos restos. Posteriormente fue restaurada siguiendo el estilo barroco.

Iglesia de San Juan Buatista desde la Plaza Mayor.

La Plaza Mayor se caracteriza por su forma irregular y por encontrarse allí algunas de las casas más bonitas, centenarias, con sus pórticos, grandes balcones desde donde ver los espectáculos celebrados en la misma plaza, y sus escudos en las fachadas.

Plaza Mayor.

Desde la propia Plaza Mayor se pueden tomar diferentes calles: la calle de Iscar que nos lleva a la calle Monte; la calle Angosta que termina entre las calles de la Calzada y del Matadero; la calle Real que nos lleva a la cárce de la Villa y por tanto a la salida del pueblo. Elijamos la que elijamos recomiendo recorrer cada una de ellas, ya que son diferentes unas de las otras y presentan rincones muy llamativos.

Calle Procuradores.
Calle Calzada.
Calle Monte.

Seguramente en algún momento del recorrido llegaremos a la Plaza de la Olma, desde donde podemos salir al tramo de la muralla que da a la zona del pozo de las Hontanillas.

Plaza de la Olma.

Desde este punto se puede hacer un recorrido al pie de la muralla hasta llegar a la iglesia de San Pedro, justo al lado de donde hemos dejado el coche.



La visita de Pedraza ya ha finalizado y hay que regresar a casa, aunque con ganas de quedarse allí. En fin, habrá que volver en otro momento.