jueves, 29 de agosto de 2013

Pajareando en verano: Asturias (parte II)

Ya habían pasado la mitad de mis vacaciones en Asturias, yendo a diferentes ambientes y observando a las aves que por allí se movían. Aunque en esos días, de una forma u otra, los principales protagonistas fueron los pajarillos, excepto el día que estuvimos por la zona de Cabrales con sus rapaces. Pero los cuatro días que me quedaban no iban a ser mucho peores, pese a haber visto ya a los alimoches, al mirlo acuático europeo o al camachuelo común.

El quinto día por la mañana recorrí parte de la senda fluvial del Piles, en Gijón. Iba con la ilusión de ver a algún escribano soteño y alguna curruca diferente a la capirotada, lo cual adelanto que no pudo ser.
Tal vez por la cercanía a la ciudad o por otra causa, el lugar donde se mostraron más confiadas las aves fue el parque fluvial de La Coria. Allí, los primeros en llamar mi atención por su poderoso canto pese a su pequeño tamaño fue el chochín. Eran varios los individuos que cantaban por la zona, pero sólo conseguí localizar a uno de ellos.

Chochín.
Otros pajarillos vistos en este tramo de la senda fueron la lavandera blanca, la curruca capirotada, el carbonero garrapinos y el pinzón vulgar. Además, un sonido muy familiar para mí llegaba desde la copa de los árboles, eran los reclamos de los pitos reales. Llegué a ver a cuatro juntos (creo que una familia) y a otro más por separado. Lo siento, pero de todas estas aves no conseguí buenas fotografías por la umbría del río y el cielo nublado.
Más adelante, cerca del humedal, vi ánades reales, garcetas comunes, herrerillos comunes, cornejas negras, y lo que me pareció un cuervo.
Y para finalizar las observaciones en el río Piles, de nuevo vi a un zorzal común cantando en la copa de un árbol. Desde luego, era el cuarto ejemplar de que veía por allí, ya no había ninguna duda de que permanecen allí durante el verano.

Zorzal común.

Al irnos de Gijón decidimos comer en un restaurante de la carretera antigua de Santander. Como antes de meternos un buen cachopo en el cuerpo teníemos bastante tiempo nos fuimos a La Providencia. En un corto paseo por allí observamos pardillos comunes (parece que por allí son abundantes), a una curruca cabecinegra, y las tarabillas comunes que posaban muy pero que muy bien.

Pardillo común.
Tarabilla común.

Y tras la comida, nos paramos en la Arroes, donde uno de sus árboles era compartido por varios mitos y un herrerillo común, los cuales estaban confiados. Incluso uno de los mitos se acercaba cada vez más.

Mito.
Herrerillo común.

Ya por la tarde, y con el pertinente descanso, volvimos al lugar donde vi al mirlo acuático europeo, pero sólo se dejó ver fugazmente y en vuelo. En cambio conseguí fotografiar a mi primer arrendajo euroasiático, aunque fuera desde lejos.

Arrendajo euroasiático.

El sexto día cambié a los animales por las platnas del Jardín Botánico Atlántico. Aunque a decir verdad, tampoco le podía quitar ojo a los pocos pajarillos que se dejaban ver por allí: petirrojo, carbonero común y curruca capirotada.

Curruca capirotada.

Al terminar la visita me dirigí al Entorno Cantábrico, donde había un comedero al que iban varios carboneros comunes. Pero fue al irme de allí cuando un volantón de carbonero común permaneció quieto, tal vez pensando que no lo vería.

Carbonero común.
Por la tarde hicimos nuestra visita anual a Lastres. Sin embargo antes nos desviamos al faro de Luces. Ya habíamos ido allí en una ocasión, un día gris y sin mi cámara. En este ocasión iba de nuevo en un día gris pero con mi cámara. Tenía muchas ganas de volver por las vistas de gran parte de la costa maliaya, hasta Tazones (en los buenos días despejados seguramente se vea algo más).
Además, sabía que muy posiblemente estuviéramos en territorio alcaudón dorsirrojo, otro de mi lista inicial. Y que allí estaban: primero una hembra que iba y volvía a un poste (la cual me supuso serías dudas hasta llegar a casa) y posteriormente un macho con su antifaz negro. Desde luego, podía decir que lo había visto.
Por otro lado, tengo que decir que me llevé un enorme susto con los nidos con señuelos de águila pescadora que han instalado en esa zona. Al menos la primera ilusión fue como si la hubiera visto en realidad...

Señuelo de águila pescadora.

El séptimo día únicamente fui a la ría de Villaviciosa para intentar ver algo nuevo. Junto a un trío de juveniles de cigüeñuela común se encontraban los llamativos ojos de un chorlitejo chico.

2 juveniles de cigüeñuela descansando junto a un chorlitejo chico.
Chorlitejo chico.
Cigüeñuela común adulta.

También conseguí ver a un andarríos grande, un gran bando de gaviotas reidoras, lo que me parecieron dos bisbitas ribereños alpinos que se metían entre el carrizo (de esos no controlo mucho, así que seguramente esté equivocado), y los pajarillos de la ría de Villaviciosa que ya enumeré en la entrada anterior.

Pollo de gallineta común.

Ánade azulón.
Tarabilla común.

 
Pero al marcherme de allí vi la figura de lo que parecía un buitre...pero al acercarse vi que no lo era exactamente. Era el más pequeño alimoche, de nuevo lo veía en pocos días en Asturias.

El octavo día fuimos a Bimenes a hacer una ruta. De nuevo sobresalieron las rapaces y de nuevo no iba preparado para ellas. Apareció un abejero europeo (el cual llego a salir relativamente bien con el objetivo 18-55 mm), águila calzada, buitre leonado, milano negro y ratonero común. Fue allí donde también vi a la curruca mosquitera.

En fin, fueron varios días por allí en los que conserguí ver a varias especies a las que tenía muchas ganas y que posiblemente no me sea posible observar en otros lugares diferentes a la costa cantábrica. Me quedó la espinita de no ver al cormorán moñudo de nuevo, aunque tal vez sea posible más adelante, nunca se sabe.





viernes, 23 de agosto de 2013

Pajareando en verano: Asturias (parte I)

Voy a dedicar una serie de entradas, que irán viendo la luz poco a poco en las próximas semanas, sobre las aves observadas en aquellos lugares que he visitado durante este verano. En algunos he aprovechado a buscarlas mientras hacía turismo, mientras que en otros he ido específicamente a encontrarlas. Esto supone que en los primeros no estuviera del todo preparado (con el objetivo para ello) y por lo tanto el número de fotografías es mucho peor y generalmente de peor calidad, por lo que pido disculpas.

El primero de estos lugares es Asturias por ser el más importante en cuanto a número de especies observadas, y ya de paso, seguir un orden cronológico.Este año no iba con la idea de ir tanto a la ría de Villaviciosa, sobre todo con la experiencia del verano pasado durante las primeras semanas.
Así que esperaba observar aves de otros ambientes: la rasa costera y en la propia costa, en los ríos y sus bosques, y en la montaña (aunque en ningún caso me olvidaría de la ría).
Además, entre las aves que tenía como "objetivo" para este año en Asturias casi ninguna se encontraba en la ría: alcaudón dorsirrojo, cormorán moñudo, abejero europeo, alimoche, chova piquirroja, martín pescador, mirlo acuático europeo, y sobre todo, el camachuelo.

El primer día lo pasé en el parque de Isabel la Católica de Gijón (por la mañana) y subimos al Alto de la Campa (por la tarde).
En el parque, además de observar las aves acuáticas de su completa colección permanente (barnaclas, gansos, tarros, cisnes, etc.) también vi fochas comunes y gallinetas, garcetas comunes, ánades reales, gaviotas patiamarillas y lo que debía ser una de las primeras gaviotas reidoras en llegar.

Gaviota reidora.

Al contrario que en otras ocasiones me entretuve más buscando a los pequeños pajarillos: chochín, curruca capirotada, carbonero común, herrerillo común y un simpático petirrojo (que posó muy bien y durante mucho tiempo para una sesión fotográfica) fueron las especies que conseguí ver.
Otros no tan pequeños fueron el pito real, bastantes cornejas negras (no sé si esto me gusta mucho...) y un cernícalo vulgar sobrevolando el parque.


Petirrojo.

Por la tarde, y peor documentado en fotografía al tener puesto el otro objetivo (18-55 mm) tengo que destacar a padre e hijo de tarabilla común en Camoca, el reclamo y posterior avistamiento fugaz de una oropéndola en Grases, y el por entonces raro avistamietno del zorzal común ya que pensaba que al igual que en Madrid no criarían en Asturias.


El segundo día teníamos programado un recorrido entre Cangas de Onís y Panes, regresando por la autovía. Rapaces, eso era lo que más esperaba, y entre las rapaces, al alimoche.
Para antes paramos en Cangas de Onís para ver su famoso puente, donde se encontraba un carbonero común, y de vez en cuando conseguía ver el rápido vuelo del avión roquero.
Posteriormente paramos en Carreña de Cabrales, y nada más bajar del coche vi a varias rapaces: un buitre leonado, un ratonero común, y el más esperado, el alimoche, volando juntos. Además, allí mismo escuché el graznido de otra rapaz y al buscarla vi que era un halcón paregrino con su posible pareja. El milano negro completó la lista de 5 rapaces que vi en un corto espacio de tiempo.
Antes de llegar a Arenas de Cabrales hicimos una breve parada para ver el paisaje y fue allí, en las paredes rocosas, donde conseguí ver a alguna chova piquirroja.
En la subida a Poncebos desde Arenas de Cabrales hicimos varias paradas para ver el río Cares y gracias a ello pude ver  a una abubilla.
Para terminar nuestro recorrido paramos en Mier, donde una pareja de alimoches sobrevolaba el río Cares a la sombra de Peñamellera; y en Panes, donde un pinzón vulgar cantaba entre los árboles, llegaba alguna gaviota patiamarilla y una lavandera cascadeña correteaba por la orilla del río.
Desde luego era en este tipo de ambiente donde me esperaba encontrar al mirlo acuático, pero no pudo ser. Además, no me iba ni mucho menos decepcionado con mis alimoches.

Al regresar a casa nada mejor que ir a la ría para relajarse, aunque es un poco complicado con las cigüeñuelas. Se veían a varias parejas, algunas con sus pollos ya crecidos y otras con sus pollos recién nacidos. También había ánades reales con sus pollos, gaviotas reidoras, gaviotas patiamarillas y garcetas comunes, poco más entre las aves más grandes. En cuanto a los pajarillos aquello estaba algo más animado con verderones, jilgueros, tarabillas comunes, buitrones, lavanderas blancas y boyeras (para completar el trío de las lavanderas en un mismo día).

Juvenil de tarabilla común.
Buitrón.
Lavandera boyera.


El tercer día, tras la paliza del anterior, fue muchísimo más tranquilo. Por la mañana de nuevo a Gijón, donde sólo puedo destacar a un cormorán grande volando frente a la playa de San Lorenzo.
La tarde la pasamos en Villaviciosa, donde dimos un tranquilo paseo para no perder la costumbre. Y este paseo empezaba realmente bien, con la silueta del halcón peregrino. Posteriormente vimos verderones y verdecillos, un milano negro y algún ratonero común, colirrojo tizón y de nuevo, un zorzal común (cada vez sospechaba más de que allí son reproductores).

Zorzal común.

Sin embargo, lo mejor estaba por llegar. En una zona del río bastante transitada por los vecinos se encontraban lavanderas blancas y cascadeñas. En en medio de una pequeña cascada una especie a la que esperaba el día anterior y que no apareció: el mirlo acuático europeo. En fin, no hacía falta irse tan lejos para dar con él.
No entiendo mucho de mirlos acuáticos, pero parece un jovenzuelo, tal vez ya en dispersión. En cualquier caso, sabiendo que son territoriales volví en días sucesivos, encontrándolo de nuevo sólo en una ocasión.

Mirlo acuático.


El cuarto día comenzó lloviendo...mal asunto para nosotros y para los pajarillos. Aun así, nos aventuramos a ir a Cazanes y desde allí a Mieres. y la verdad que no vimos mucho: cornejas negras, una familia de petirrojos, un colirrojo tizón, una hembra de curruca capirotada y un buitrón.
Por suerte, por la tarde abrió y fuimos desde Sebrayo a Priesa, haciendo este tramo del Camino de Santiago en dirección opuesta. Justo en el comienzo, entre los árboles de ribera del río Sebrayo y una pumarada abandonada (o eso parecía) se escuchaban muchos parajillos. Alguno se dejó ver, como al ruiseñor común, y el muy esperado camachuelo común (una hembra).
En la ascensión hasta Priesca también vimos ratoneros comunes y me pareció que también había un abejero europeo (pero no estoy nada seguro).
En la vuelta vimos a un zorzal común (de nuevo, el tercero), petirrojos, herrerillos comunes y al pequecho chochín, el cual posó mucho mejor que en el parque de Isabel la Católica.

Chochín.

De momento, y viendo que esto se está alargando mucho para el lector, dejo el relato ornitológico justo por la mitad. Así que para bien o para mal habrá una segunda entrada de las aves observadas en Asturias.
En cualquier caso, en los 4 primeros días ya tenía gran parte de mis objetivos iniciales: alimoche común, mirlo acuático europeo, camachuelo común y chova piquirroja.



viernes, 16 de agosto de 2013

De Villaviciosa al Alto de la Campa.

Antes de la construcción de la autovía que une Villaviciosa con Oviedo la única forma de llegar en poco tiempo (relativamente) a la capital era a través de una carretera algo tortuosa en su inicio, hasta poco después de pasar el punto conocido como Alto de la Campa.
La subida no es muy larga, aproximadamente 11 kilómetros, con un desnivel de 400 metros, pero desde luego no es una carretera para ir diariamente, y mucho menos en los días de invierno.
Sin embargo, actualmente creo que es una de las mejores para hacer una agradable excursión, ya sea en coche o en bicicleta (para aquel que esté preparado), debido a que las posibilidades para parada de un lugar a otro son numerosas.

Como no podía ser de otra forma la ruta comienza en la capital del concejo, Villaviciosa, junto a la iglesia de Santa María de la Oliva, la cual data de finales del siglo XIII o inicio del siglo XIV. Sin duda, la iglesia más bonita del pueblo, con su rosetón y la portada presidida por la figura de la Virgen, Pero la iglesia no es sólo eso, merece observar las figuras de sus capiteles y sus canecillos, los símbolos que aparecen en sus fachadas, e ir a su parte trasera para observar esta iglesia junto a la escultura dedicada a la manzanera.

Santa María de la Oliva.

Continuando por la carretera que se dirige a Oviedo, antes de llegar a la parroquia de Amandi, se encuentra el desvío que se dirige a Cazanes (a mano derecha). Al llegar a la aldea de Cazanes hay que recorrer la larga calle que la atraviesa hasta llegar a una especie de plaza donde se encuentra le iglesia de San Julián de Cazanes (siglo XII)

Cazanes.

A primera vista, lo que posiblemente más nos sorprenda es el pórtico que cubre dos de sus fachadas y que en la parte frontal presenta una gran cruz. Sin embargo, no nos podemos olvidar de ver su portada y los capiteles de esta iglesia, la primera que veremos con una arquitectura románica más rural.
En la parroquia de Cazanes conozco la existencia de una bella capilla, la cual he estado buscando por la aldea de Mieres con resultados infructuosos.


San Julián de Cazanes.

Una vez hayamos terminado la visita por la parroquia de Cazanes hay que volver a nuestra carretera y una vez allí seguir dirección Oviedo. En cualquier caso, si continuáramos en dirección a Amandi, a poca distancia se encuentra la ya conocida iglesia de San Juan de Amandi (para más información, pinchar AQUÍ).

Justo antes de empezar la subida propiamente dicha se encuentra el desvío a Grases (mano derecha). En Grases de Abajo nos podemos encontrar con la iglesia de San Vicente (siglo XII), también de origen románico pero bastante modificada desde encontes. Además, es mucho más sencilla que otras iglesias que nos podemos encontrar en Villaviciosa. Sin embargo, en su pórtico guarda un pequeño tesoro que data del siglo II, una Lápida Vótiva dedicada al dios Tabalieno.


San Vicente de Grases.

Desde Grases volvemos hacia la carretera que sube hacia el Alto de la Campa. Sin embargo, antes de llegar seguiremos dirección hacia Camoca.
Allí se encuentra la iglesia de San Juan Evangelista de Camoca (siglo XIII). También se trata de una sobria iglesia de origen románico, de planta rectanguar y cabecera cuadrada, espadaña de sillería y un pequeño pórtico. Además, adyacente a esta iglesia se encuentra el cementerio de la parroquia.


San Juan Evangelista de Camoca.

Sin embargo, lo mejor es la esplanada donde se encuentra situada debido a las vistas que se tienen desde allí: pastos, pumaradas y otros cultivos, casas aisladas o formando pequeñas aldeas...

 
Además, la tranquilidad de esta aldea invita a recorrer sus calles, lo cual nos permitirá tener nuevas panorámicas del entorno.



Desde Camoca se puede volver a la carretera principal, pero no por muchos metros, ya que en esta ocasión, girando hacia la izquierda, tomaremos el camino hacia Valdebárcena.
La aldea de Valdebárcena es una de las más cuidadas del recorrido, con su riachuelo y sus numerosas plantas decorativas, y todo gracias a la labor de sus vecinos. Además, se encuentra la también románica iglesia de San Andrés de Valdebárcena (siglo XII).
En esta ocasión el elemento más llamativo es su portada principal, muy bien conservada aunque el pórtico principal nos impida admirarla en plenitud.

San Andrés de Valdebárcena.

También a destacar es su lápida fundacional, en la cual consta 1189 como su año de fundación.

Pórtico y lápida fundacional.

Pero de nuevo, el hecho de encontrarse en el campo hace que la vistas desde este lugar sean magníficas, observándose el valle desde su parte baja.



Volviendo a nuestra carretera hacia el Alto, y antes de abandonarla por última vez se encuentra San Pedro de Ambás, posiblemente una de las iglesias más modernas del concejo, además de ser de construcción relativamente más rara por allí, con su torre del campanario terminada en un ábside coronado por una cruz. Esta iglesia se encuentra al pide la carretera, en el borde interior de una curva bastante pronunciada.


San Pedro de Ambás.

Desde el mismo Ambás parte la carretera hacia la gran joya del patrimonio histórico maliayo, el complejo religioso que forman la iglesia de San Salvador de Valdediós, conocido como el Conventín (siglo IX) y el monasterio de iglesia de Santa María de Valdediós (siglo XIII).
De este lugar espero hacer una entrada en un futuro, por lo que prefiero no entrar en detalles. De momento dejo unas cuantas fotografías.

San Salvador de Valdediós.
San Salvador de Valdediós y Santa María de Valdediós.

San Salvador de Valdediós y Santa María de Valdediós.

Santa María de Valdediós.

Esta ha sido la última parada antes de subir definitivamente al Alto de la Campa. Ya durante la subida se dejan ver las panorámicas que se tendrán desde lo alto, pero entre curva y curva es mejor no observar durante mucho tiempo. Mejor llegar al final para observar el valle donde se encuentra enclavado el monasterio de Santa María de Valdediós con su Conventín, con el Alto del Pedroso a un lado y el mar al fondo, tan cerca y tan lejos a la vez.






miércoles, 7 de agosto de 2013

Negro y vulgar.

En mis visitas al parque gijonés de Isabel la Católica no me ha resutlado fácil encontrar tanta tranquilidad como en esta ocasión; tal vez fuera debido a que no había niños (y no tan niños) dando de comer a las ruidosas ocas.
Pero también era importante la tranquilidad en cuanto a las especies silvestres allí presentes, más bien pocas. Así que mejor fotografiar a las especies exóticas, que alguna oportunidad ofrecen, como en esta ocasión de ver al cisne vulgar y al cisne negro nadando en la misma dirección y tan tranquilos.