viernes, 30 de diciembre de 2011

Las gaviotas fascinadas.

Con la mirada fija, centrada en un punto determinado, seis ojos observan en la misma dirección. ¿Qué estarán contemplando?




Tal vez la llegada de la próxima barca con su comida, quizá la partida de otra hacia el vasto y frío océano para así acompañarlo y encontrarse con un suculento y sabroso banquete al que lanzarse.




Sin embargo, no se dan cuenta de que al otro lado del espigón, una embarcación permanece quieta, silenciosa, en calma, y las gaviotas que la acompañan están imitándola. Pescando una, pescando las otras. ¿Permanecerán así para no compartir la comida capturada?, ¿para que no se la quiten sus vagas compañeras? ¿O tal vez son nuestras amigas las que no se atrevan a ir volando hasta allí, sin la protección de la embarcación?




Repentinamente suenan los graznidos de sus camaradas, en la lejanía. Graznidos de júbilo, de fiesta. Allí llegan los madrugadores pescadores, con su séquito atrás. Están celebrando el botín obtenido esta jornada.




Pero no se inmutan las gaviotas, permanecen mirando, embelesadas, absortas, fascinadas...



Y es normal, quién no lo estaría con Lastres.


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